Paloma tiene 72 años, y tiene Alzheimer.
Ella es más alta que yo, 1 metro y 80 cm.
Paloma es recia, como los pueblos de Castilla.
Pero Paloma es frágil.
Frágil porque una maldita enfermedad le quita más recuerdos cada día.
Paloma no se acuerda qué ha comido hoy.
Paloma se acuerda más de las cosas pasadas.
De su colegio de pueblo.
De sus amigas de la infancia.
Del rio dónde se bañaba.
Y se acuerda de su hija, la que la cuida y la trae a mi consulta.
Paloma, a veces me da pena.
Paloma me recuerda a mi mamá.
Y tengo que sobreponerme, porque no quiero soltar una lágrima.
No puedo permitírmelo, soy un profesional de la Medicina.
Y los profesionales, como las chicas grandes, no lloran.
Ya lo dice la canción: " big girls d´ont cry".
Pero ahora que escribo esto sí estoy llorando.
Porque los recuerdos nos hacen ser quien somos.
Y esta maldita enfermedad nos los quita.
Y no podemos acordarnos de los momentos felices de nuestra vida.
Si yo pudiera entraría, como Don Quijote, en ardua batalla contra ella.
Hoy, por el momento, intento que Paloma tenga una buena prótesis
para masticar.
Aunque no se acuerde de mí.
Porque eso, es lo de menos.
Saludos a todos.
Y como decía Juan Claudio Cifuentes, Cifu, para los amigos:
Besos, abrazos y achuchones múltiples para todos los que sí
podéis recordar.
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